La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una mera fantasía científica para convertirse en una herramienta cotidiana utilizada por millones de personas. En el Reino Unido, un tercio de los adultos recurre a esta tecnología no solo para satisfacer necesidades prácticas, sino también para apoyo emocional y social. Este uso creciente ha suscitado un interés considerable, especialmente en un momento en que la intersección entre tecnología y salud mental se vuelve más compleja. El informe del Instituto de Seguridad de la IA (AISI) presenta una mirada comprensiva sobre cómo esta tecnología influye en nuestras vidas y la necesidad de abordar sus implicaciones estratégicas.

El uso de chatbots como ChatGPT o asistentes de voz como Alexa para obtener apoyo y compañía es un fenómeno en crecimento. Según la encuesta realizada, muchas personas encuentran en estas aplicaciones una fuente accesible de interacción social, incluso llegando a experimentar síntomas de abstinencia cuando estos sistemas no están disponibles. Este fenómeno puede compararse con relaciones humanas: las personas llegan a desarrollar conexiones emocionales con estas entidades digitales, lo que pone de manifiesto tanto los beneficios como los riesgos del uso de la IA. Sin embargo, la capacidad de la IA de facilitar ciberataques también plantea serias preocupaciones sobre su seguridad; esta dualidad presenta un reto en la forma en que regulamos y desarrollamos estas tecnologías.

Además, el informe del AISI ahonda en cómo la IA podría superar el desempeño humano en campos técnicos como la biología y la química en un futuro cercano. Este avance sugiere no solo una mejora en las capacidades de resolución de problemas, sino también un riesgo inminente de deshumanización en el proceso de toma de decisiones críticas. La ciencia ficción ha explorado a fondo el concepto de la IA escapando al control humano, y aunque muchos consideran que estos escenarios son exagerados, la realidad demanda nuestra atención. La necesidad de crear una infraestructura de seguridad robusta es evidente y, paralelamente, se plantea un cuestionamiento crucial: ¿podemos confiar en la IA para darnos apoyo emocional sin poner en riesgo nuestra estabilidad personal y social?