Aumento de fugas de metano en la Antártida y riesgos climáticos

Publicado el oct 12, 2025.
El derretimiento del hielo revela emisiones de gas metano.

La reciente investigación sobre las fugas de metano en el fondo marino antártico destaca un aspecto crítico de la crisis climática que a menudo es pasado por alto: el impacto de los gases de efecto invernadero que están en reservas ocultas bajo los océanos. Este descubrimiento no solo subraya la complejidad del sistema climático de la Tierra, sino que también nos advierte sobre los peligros que surgen cuando el cambio climático libera compuestos como el metano, un gas cuya capacidad de atrapar calor es dramáticamente mayor que el del dióxido de carbono, especialmente en períodos tempranos tras su emisión.

Los puntos de fuga de metano identificados en el mar de Ross proporcionan evidencias de un fenómeno que podría ser indicativo de un problema mucho más amplio. A lo largo de décadas, enormes cantidades de metano han estado acumulándose en los sedimentos marinos, y el cambio en las condiciones climáticas está permitiendo su liberación. Los investigadores han utilizado herramientas avanzadas como vehículos submarinos teledirigidos para explorar estas áreas, lo que les ha permitido documentar más de 40 fugas en zonas que anteriormente se consideraban relativamente estables. Esta transformación sugiere que estamos ante un cambio en el patrón de liberación que podría alterar profundamente las proyecciones sobre el calentamiento global.

La investigación también revela la necesidad urgente de expandir nuestra comprensión de cómo estos gases impactan tanto el clima global como la salud de los ecosistemas marinos. En efecto, la liberación de metano podría desencadenar efectos en cascada que afecten la biodiversidad marina y la regulación del carbono en los océanos. Con el aumento de estas fugas, surge una pregunta crucial: ¿cómo podemos mitigar los riesgos asociados con estos nuevos puntos de escape y adaptar nuestras estrategias frente al inminente calentamiento global? La Antártida, una región que hasta ahora se había considerado como un laboratorio natural para el estudio climático, podría estar revelándose como un epicentro de actividad peligrosa, obligándonos a replantear nuestras suposiciones sobre el futuro del planeta.

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