En un mundo cada vez más consciente de la contaminación plástica y la necesidad de innovaciones en salud, un reciente avance científico destaca cómo unas simples bacterias pueden ser clave en la solución de estos problemas. Este año, investigadores han logrado modificar genéticamente a la conocida Escherichia coli, o E. coli, para que convierta moléculas de plástico en paracetamol, un analgésico ampliamente utilizado. Este descubrimiento no solo abre las puertas a nuevas formas de reciclaje biológico, sino que también muestra la versatilidad de las bacterias en la biotecnología moderna.

E. coli, en su forma no patógena, ha sido un pilar en los laboratorios de biotecnología debido a su rápida reproducción y facilidad de manipulación. Desde que fue aislada en 1885, se ha utilizado para comprender procesos biológicos fundamentales. Su fama creció en la década de 1940 al demostrar que podía participar en la transferencia de genes. Esta característica ha hecho que sea el organismo preferido para realizar modificaciones genéticas que permiten la producción de medicamentos como la insulina, revolucionando la salud humana. En este contexto, el trabajo del profesor Wallace es un excelente ejemplo de cómo esta bacteria puede no solo ayudar a la salud humana sino también al medio ambiente, transformando desechos nocivos en soluciones útiles.

Sin embargo, la dependencia casi exclusiva de E. coli en la biotecnología plantea una pregunta: ¿estamos limitando nuestro potencial explorando solo esta especie? Algunos investigadores sugieren que otras bacterias, como Vibrio natriegens, podrían ser incluso más eficientes en ciertas aplicaciones, como en la producción de biocombustibles o plásticos biodegradables. Con la capacidad de crecer el doble de rápido y una mayor facilidad para incorporar ADN extraño, V. natriegens representa una posible alternativa a la venerada E. coli. A medida que los científicos se adentran en una era de bioprospección, podría ser que al mirar más allá de lo familiar, descubramos ecosistemas microbianos que no solo sean eficientes, sino esenciales en la lucha contra desafíos globales como el cambio climático.