En el actual contexto global de tensiones económicas y tecnológicas, el acuerdo entre los gigantes de los semiconductores Nvidia y AMD con el gobierno estadounidense ha captado la atención de la comunidad internacional. Estos acuerdos no solo reflejan el papel crucial de los semiconductores en la economía mundial, sino que también resaltan cómo las políticas comerciales pueden influir en la seguridad nacional. La exigencia de que ambos fabricantes paguen un 15% de sus ingresos por ventas de chips en China al gobierno de los Estados Unidos marca un hito significativo en la gestión de los intercambios comerciales dentro de un clima geo-político variado.

El acuerdo se ha alcanzado en un entorno donde los chips avanzados son esenciales, particularmente en ámbitos como la inteligencia artificial (IA). Nvidia y AMD, al aceptar pagar un porcentaje significativo de sus ventas, están buscando asegurar licencias de exportación para continuar accediendo al lucrativo mercado chino. Por ejemplo, el chip H20 de Nvidia y el MI308 de AMD, ambos utilizados en aplicaciones de IA, han sido objeto de restricciones estrictas debido a preocupaciones de seguridad nacional, ya que se teme que puedan ser utilizados en capacidades militares por Pekín. Este contexto de alta competitividad tecnológica plantea preguntas sobre la ética de este tipo de acuerdos, considerando que podría establecer un precedente peligroso en relaciones comerciales futuras, donde la seguridad y el lucro se enredan de formas complejas. Además, el argumento detrás de estos pagos es que se pretende mantener a Estados Unidos en la carrera tecnológica mundial, evitando que el país se quede atrás respecto a sus competidores. Con el trasfondo de las tensiones entre Estados Unidos y China, es pertinente cuestionar si la estrategia es eficaz o si, por el contrario, podría tener consecuencias no intencionadas, como fomentar una mayor hostilidad comercial o incentivar desarrollos tecnológicos paralelos en otras naciones.